En una casa del barrio porteño de Chacarita dos adolescentes de 18 años están acostadas, una al lado de la otra, en una cama de dos plazas con los codos apoyados sobre una computadora. No leen tarea de matemática, no practican juntas para el próximo exámen de historia, tampoco ven una serie ni postean en las redes del momento.
Ofelia Fernández y Juana Garay, dirigentes estudiantiles del Carlos Pellegrini y Colegio Nacional Buenos Aires, respectivamente, están juntas frente a la computadora para escribir un discurso que Juana, días después, lee frente a una comisión del Senado de la Nación en Argentina. Un discurso en donde explica y defiende por qué el aborto, en su país, debe ser legal.
En 2018, en el marco del debate por el aborto legal, seguro y gratuito que se dio en Argentina, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores del país discutieron en comisiones sobre la iniciativa.
Comisiones como Mujeres y Diversidad, Acción social y Salud Pública, entre otras, invitaron, meses previos al debate en recinto, a distintas oradoras y oradores para dar su punto de vista. Por allí pasaron periodistas, actrices, militantes y jóvenes de todas las edades y se habló de goce, de constitucionalidad, de bioética, de religión, de salud pública. Las dirigentes estudiantiles tuvieron su momento para hablar frente a las y los representantes nacionales.
Cuando a Juana la contactan desde el colectivo Ni Una Menos para hablar en el Senado, lo primero que piensa es en escribirle a Ofelia. Ya se conocían de marchas estudiantiles, habían levantado banderas juntas y Ofelia ya había tenido una experiencia similar como oradora en una reunión informativa en la cámara de Diputados. Allí la actual legisladora reivindicó a las disidencias, pidió por educación sexual y habló sobre cómo se nos enseña a amar. Ese discurso corrió de boca a boca, de posteo a posteo, de celular a celular.
-Sebi, yo sé que vos conocés a Ofelia un poco más. ¿Le preguntás si me ayuda a preparar el discurso que tengo que dar en Senado? Su experiencia me va a servir- le escribió Juana en 2018 a un amigo en común de ambas.
Sebi dijo que sí, que le preguntaba y Ofelia no dudó:
-Dice que sí, Jua. Pasame la dirección de tu casa y vamos.
En 2018 una palabra se ratificaba con acciones y se hacía cada vez más fuerte en el lado verde de la juventud: sororidad.
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Al Senado Juana va con una camisa blanca y verde. No es la primera ni la última en llevar una prenda que marca de qué lado está. Los pasillos, las carteras, las remeras en época de debate lo dicen todo.
Lo primero que nombra, aquello que preparó en el cuarto de su casa, es sobre asumir que se está luchando y que esa lucha se hace de manera colectiva. Luego resalta que las estudiantes se pusieron de pie. Esto, para Juana, es más que una realidad.
Al momento de hablar en el Senado, la joven de 18 años es presidenta del centro de estudiantes de su colegio desde hace menos de un año pero lleva, detrás de su discurso, la fuerza de una juventud que crece día a día.
Cuatro años después de aquel día Juana recuerda lo nerviosa que estaba el día que expuso sus ideas, pero también rememora qué le dio fuerzas para hablar:
– Yo no fui tan actoral como Ofe, yo directamente leí todo porque estaba temblando pero me sentí muy acompañada. Cuando me llamaron de Ni Una Menos se pusieron a disposición, todo fue muy generoso. Además destaco todavía lo importante que fue que me pidieran hablar. Ese año hubo buen nivel de lectura de que en los secundarios teníamos capacidad de movilización y por eso, quienes estaban dentro del debate, nos facilitaron el nivel institucional.
-Te llamaron para hablar en representación de las pibas porque eras Presidenta de un centro de estudiantes y los secundarios estaban teniendo un protagonismo enorme. ¿Cómo era ir al secundario en 2018?
-Era una locura. Cuando entrabas al colegio veías muchos pañuelos verdes, muchas pibas, no tantos pibes porque se iban a su casa rápido después de cursar (este era el momento de las mujeres y las disidencias), veías carteles y hasta intervenciones artísticas.

Me acuerdo que en un aula montamos un quirófano clandestino con luces apagadas, perejil, perchas y sangre en las paredes. Eso era estar en el secundario en 2018 y ser Presidenta era básicamente ir una asamblea y tener a más de 50 pibas bancándome. Era meter vigilias de 600 personas para marchar. Era una ola verde que te llevaba puesta.
LA OLA VERDE
En Argentina 2018 no fue sólo el año donde se puso en debate, a nivel masivo, el aborto en el país. También fue el año de la revolución de las hijas, el año en el que miles de jóvenes (mayoritariamente mujeres y disidencias) salieron a las calles para disputar sentido mientras también lo hacían en cada cena, almuerzo o comida familiar.
2018 fue el año donde las jóvenes dijeron basta a machiruleadas de tíos, padres, amigos, fue el año donde hicieron tribu y se encontraron para seguir la lucha que empezaron sus ancestras y fue el año donde la juventud decidió levantar la voz y buscar representatividad.
“La revolución de las hijas” es un término que acuñó la periodista feminista Luciana Peker y que al día de hoy todavía resuena cuando alguien quiere hablar de las marchas o vigilia de esa época.
Esas cinco palabras, juntas, funcionan como concepto aglutinador de un movimiento que con glitter, pañuelos verdes, carteles sororos y abrazos entre compañeras tuvo su auge en 2018 con la campaña por el aborto pero empezó unos años atrás, en 2015, cuando estas pibas participaron del primer Ni Una Menos, una convocatoria orgánica masiva que nació desde las propias mujeres en Argentina luego de un hartazgo generalizado ante los femicidios que eran cada día más.
Victoria Liascovich (17 años, actual presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires), fue a Ni Una Menos 2015 cuando tenía tan sólo 10 años. No había ni ingresado al colegio secundario pero quería ser parte de una movilización necesaria, que tenía una consigna dura, contundente y clara: dejen de matarnos.
-Me acuerdo que ese año empezó a aparecer más la noción de femicidio y para la moral general poblacional la cuestión de femicidios es algo más fácil de charlar que la representación en medios o el tema del aborto. El femicidio chocaba: nos están matando. Yo ya había ido con mi familia a otras marchas pero ésta fue particular porque no estaba encauzada en ningún partido. El primer Ni Una Menos no tenía un perfil partidario y me convocó desde ahí.
-¿El Ni Una Menos fue un puntapié para la lucha del aborto después? Teniendo en cuenta que esta lucha viene en los feminismos hace años, ¿dirías que el 2015 fue un punto de inflexión para la juventud actual?
-En 2015 empezó todo para nosotras, sí, pero era muy lo básico: obvio que cuestionás a un feminicidio pero cuestionar a tu mejor amigo ya es más jodido, ¿no? Fue un primer paso. Después vino el 2018, el 2019, el 2020 y la tarea de encauzar una lucha e intentar transformar lo que construimos esos años en política de Estado.
Malena Nijensohn, licenciada en Filosofía y doctora en Estudios de Género, define lo que ocurrió en las calles de todo el país el 3 de junio de 2015 como un acontecimiento.
“La masividad de aquella convocatoria era inimaginable para una movilización feminista en ese entonces, estamos hablando de más de medio millón de personas. Era una masividad totalmente heterogénea”, escribió Malena en la página del CONICET.
“A partir de allí (…) aparece una articulación de espacios heterogéneos para conformar movilizaciones unificadas con producción de documentos consensuados y constituir lo que en algún momento se da en llamar un feminismo anti-neoliberal y popular”.
Ese acontecimiento dio lugar, años después, a la lucha por el aborto. La articulación de espacios generó consignas y reavivó llamas. Lo que empezó con la consigna “dejen de matarnos” siguió con pedidos como representación de mujeres en los medios, que se respete la ley de salud sexual integral, igualdad salarial y, claro: aborto legal.
En 2018, el año que se habilitó el debate por el aborto en el país, la marcha de Ni Una Menos (que ya se realizaba todos los 3 de junio) se tiñó de verde y la consigna dejen de matarnos se mezcló con otra: “Sin aborto legal no hay Ni Una Menos”.
Esa bandera la levantaron las militantes históricas del feminismo pero también las chicas de colegio secundario que en sus casas y en sus escuelas empezaron a hablar de autonomía sobre sus cuerpos, de decisión individual.
Del 2015 al 2018: la lucha por el aborto legal
En el primer Ni Una Menos Tamara Goldzman -nacida en 2001, el año del estallido social en Argentina que culminó con un Presidente renunciando y retirándose en helicóptero de la casa presidencial- tenía 14 años y estudiaba en el colegio Mariano Moreno. No había ido a marchas feministas anteriormente pero sí había participado del centro de estudiantes de su colegio y de convocatorias estudiantiles como movilizaciones al ministerio de Educación.
Por el centro de estudiantes se enteró de la convocatoria del 3 de junio y no dudó en hacerse presente en el Congreso. Aunque sabía, intuía que sería un día histórico, la fuerza de las consignas, la imposibilidad de caminar por las calles a paso normal, la cantidad de mujeres y movilización la marcó para siempre.
-Esa movilización fue un puntapié para todo lo que pasó después porque siento que pudimos ver todas, todo el colectivo feminista, la cantidad de personas que éramos y la fuerza de ese movimiento. En Ni Una Menos 2015 las mujeres veníamos con mucha bronca y nos dimos cuenta que si la canalizábamos en organización podíamos seguir con otras consignas- recuerda al día de hoy Tamara. Las otras consignas no tardaron en llegar.
Una que se hizo muy propia de los secundarios luego de Ni Una Menos, y que amplió al pedido de basta de feminicidios, fue la real implementación de la ley 26.510, ley de Educación Sexual Integral. En Argentina dicha ley está vigente desde el año 2006 pero, aún al día de hoy, todavía no se implementa, en todos los colegios, de manera real.
A la lucha por una real implementación de la ESI le siguió luego el cuestionarlo todo, especialmente los lugares de poder: en el año 2016 el colegio Carlos Pellegrini, preuniversitario dependiente de la UBA, fue tomado por estudiantes luego de que se decidiera ascender a un preceptor que tenía un sumario abierto por golpear a dos alumnas en 2007.

Ese mismo año las alumnas del Nacional Buenos Aires hicieron un “shortazo” para modificar el código de vestimenta y que las mujeres, que no podían usar short en el colegio -ni siquiera en verano, con temperaturas arriba de los 35 grados- lo pudieran utilizar.
Alumnas del Mariano Moreno empezaron a cuestionar hasta el plan de estudios y ver la currícula con perspectiva de género -no entendían por qué en literatura se leían tantos autores hombres- y en el colegio Ecos muchísimas chicas se organizaron para ir juntas a las marchas de Ni Una Menos -antes no iban “encolumnadas” ni al 24 de marzo, Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia, aunque se realizaban actos en su escuela en esa fecha-.
El 19 de octubre de 2017 la Coordinadora de Estudiantes de Base, que nuclea a varios colegios secundarios, convocó a una marcha junto al colectivo Ni Una Menos con la consigna “contra la reforma y el machismo”.
Las luchas estudiantiles fueron creciendo cada vez más con política y perspectiva de género y en 2018 esta llama, que llevaba encendida años, se volvió sorora y verde: la consigna ahora era aborto legal.
De 2018 a 2020: el camino hacia la legalidad
Es sábado de 2018 y Tamara prepara su mochila para salir. Toma las llaves, agarra su pañuelo verde, lo ata en su muñeca y se dirige a la reunión de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), en donde se encuentra con compañeros y compañeras de su misma edad.
Todos los sábados de 2018, sin importar el clima, las pruebas o la salida de la noche anterior, jóvenes militantes de entre 16 y 18 años, todas de distintos colegios, se juntan en distintas plazas para hablar sobre políticas a seguir en sus colegios y qué discusiones impulsar.
En la CEB hay alumnas del Yrurtia, del Saavedra, del Nacional Buenos Aires y el Carlos Pellegrini, compañeras del Cortázar, Liceo 9, Normal 6, Bellas Artes, escuelas técnicas, artísticas y más. Con pleno auge del debate sobre el aborto en la arena pública, en 2018 se juntan para posicionarse y buscan llevar las mismas iniciativas a sus lugares de estudio.
Una de las decisiones que toman es que en los colegios se vote por sí o por no la lucha del aborto legal: el estudiantado del Nacional Buenos Aires vota a favor por un 98% con un plebiscito, en el Mariano Moreno la discusión se da en asamblea y también sale el sí como bandera. Para festejarlo, arman un pañuelo verde gigante que colocan en la puerta de la institución.



No importaba cómo pero los colegios decidían y siempre en la educación pública, laica y gratuita el verde se imponía. Con el estudiantado posicionado, era hora de militar.
Una de las primeras acciones conjuntas que hizo la Coordinadora de Estudiantes de Base fue un “pañuelazo” en todos los colegios. El llamado fue para el 28 de mayo, día internacional de la salud por las mujeres.
Otra de las acciones, quizás la más potente de todas, fue la toma conjunta de 14 colegios secundarios. La primera “ola de tomas masivas” se hizo antes del debate en Diputados y aunque adoptó distintas modalidades según el colegio, todas las tomas tenían como eje posicionarse y organizarse para ir juntas a la vigilia histórica frente al Congreso.
En el Colegio Nacional Buenos Aires las estudiantes no pudieron ingresar al edificio porque las autoridades suspendieron las clases por “falta de agua” pero igual las jóvenes realizaron la asamblea en la puerta y pusieron carpas sobre las escalinatas para estar juntas y organizadas, aunque el frío aquel junio era polar.
Las tomas durante 2018 sucedieron en dos ocasiones: antes de la votación de Diputados (en donde el aborto obtuvo media sanción) y antes de la decisión en el Senado (donde los legisladores decidieron que el aborto continúe siendo ilegal).
En ambas ocasiones las alumnas se movilizaron desde las tomas a las vigilias frente al Congreso. Después de la media sanción en Diputados, festejaron; después de la decisión del Senado -38 votos en contra, 31 a favor, 2 abstenciones- se enojaron pero siempre tuvieron claro algo: la movilización llegó para quedarse y la juventud ya estaba organizada. Más temprano que tarde el aborto se aprobaría: la lucha estudiantil no había llegado a su final.
A fines de 2018 muchas de las impulsoras de la lucha estudiantil por el aborto terminaron el colegio pero las nuevas generaciones siguieron la bandera feminista.
Quienes presidían centros de estudiantes dejaron de militar en colegios secundarios para pasar a encontrarse en organizaciones políticas o como independientes; Ofelia Fernández, aquella líder estudiantil del Carlos Pellegrini, fue elegida como legisladora nacional (la más joven en América Latina: asumió su banca a los 19 años) pero la consigna no cesó nunca y en 2020 estaba instalada en los secundarios: aborto-legal-ya.
Del 2020 al 2022: aborto legal y la lucha actual
Es marzo de 2020 y en la apertura de sesiones del Congreso de la Nación, antes de que la pandemia cambie las agendas del país y de todo el mundo, el presidente Alberto Fernández anuncia, en medio de un discurso de una hora y media, que enviará al Congreso un proyecto de ley para debatir la Interrupción voluntaria del embarazo (IVE).
Dos años después del rechazo en el Senado, el Presidente instala nuevamente el debate y el aborto se vuelve a discutir en la Argentina. Las feministas festejan: es hora de que sea legal.
Ese año Victoria Liascovich empieza a cursar su tercer año de colegio y escucha el discurso con atención. Habla con sus compañerxs de militancia, envía y recibe mensajes y expresa que tiene mucha esperanza de lo que pueda suceder, aunque todavía tiene recelos del 2018.
Con sus amigas se preguntan si hay manera de que se reviertan al menos algunos de los votos que habían salido en contra dos años atrás. La nueva composición de diputados y senado (2019 en Argentina fue año electoral) las hace pensar que quizás hay esperanza pero antes del debate (que finalmente culmina en diciembre de ese año) otra cosa llega: una pandemia global.
En 2020 la pandemia de COVID-19 cambia toda la agenda política de Argentina y del mundo. Los debates planeados se hacen esperar y hasta las marchas masivas e históricas se cancelan para evitar los contagios. Argentina es, además, el país con una de las cuarentenas más largas de América Latina.
En 2020 la educación, en el mejor de los casos y si la escuela tiene la tecnología necesaria, pasa de ser presencial a virtual y los debates en colegios secundarios, ese año, giran en torno a la accesibilidad a una educación de calidad.
Movilizarse, en 2020, no es una tarea fácil y encontrarse en un mundo que nos separa, cada día se complica más pero, así y todo, a fin de año se debate el aborto en el país. Victoria todavía recuerda cómo vivió ese año y la lucha atípica:
-El 2020 a las vigilias fuimos con barbijos, todas juntas pero con barbijos y fue hermoso porque se aprobó pero la lucha, la verdad, fue distinta. La discusión la hicimos por Zoom. Fue un año de debatir todo virtual. Igual para las votaciones nos encontramos en la puerta del colegio, fuimos al Congreso e hicimos el pernocte. Todavía me acuerdo que el día del Senado estaba la duda de si salía o no el aborto y todas estábamos juntas actualizando twitter cada cinco segundos para ver si había alguna novedad.
-¿Y cuando salió a favor?
-No lo podíamos creer. Habíamos dejado en 2018 la vida por la causa, en 2019 entendimos que había que encauzar eso partidariamente y electoralmente y en 2020 para nosotras ya era legal pero cuando en efecto se votó a favor fue una locura.
¿Sabés de qué me acuerdo? Que ni a mi ni a mis amigas nos salió llorar. Fue como “wow, dejame que caigo” y al otro día caímos en que era realidad. Igual ahora en las jornadas de estudiantes seguimos de cerca el tema: debatimos cómo se está dando el aborto legal, si hay enjuiciamientos a médicos, si se respeta la ley y más.
Que hoy en día en los colegios se debata en jornadas quiere decir que la juventud organizada no fue sólo un momento: todavía sigue atenta.
Tamara, aquella jóven estudiante del Mariano Moreno, cree que la lucha está activa en jornadas y debates porque la experiencia del feminismo nos hizo dar cuenta que la política transforma efectivamente la vida de la gente y que el desafío hoy en día es que los y las jóvenes se sientan representados por el sistema político.
-El feminismo nos enseñó a las jóvenes a luchar y creo que lo que hoy hay que lograr es una organización política que sea capaz de articular distintas demandas porque la juventud hoy no tiene una sola: el feminismo tiene ciertas demandas, el ambientalismo otras, la tecnología otras.
Victoria Liascovich agrega: a muchos de nosotros nos interesa hoy en día el propio futuro y acceso al trabajo digno, vivienda accesible. No logramos pensar nuestra juventud más allá. No nos vemos terminando la universidad y con independencia económica propia y esa es la lucha que tenemos hoy varios estudiantes.
Por supuesto las luchas de género no cesan -en 2022 el Nacional Buenos Aires se tomó para pedir que la remoción de un auxiliar que está condenado por abuso sexual a una menor-, la Memoria, Verdad y Justicia sigue siendo una agenda muy presente en los jóvenes -hace pocos años se creó la agrupación “les nietes”, para seguir la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo- y hay otra lucha que también se cuela en la agenda: la ambiental.
En 2019, en pleno auge internacional de Gretha Thunberg y Fridays for Future, en Argentina un grupo de jóvenes de colegio secundario, liderado por Nicole Becker (a quien llaman “la Ofelia ambientalista”) fundó Jóvenes por el Clima. En 2020 dicha organización convocó a una movilización a la que asistieron más de 15 mil personas para evitar que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires privatizara hectáreas públicas cercanas al río. Esa marcha tuvo un gran componente de juventud: se veía jóvenes sub-18 por aquí y por allá.
Michelle Fiszlejder, una joven feminista que fue parte de Jóvenes por el Clima y hoy trabaja en una organización ambiental, recuerda que apenas se fundó el movimiento las marchas eran masivas y cuenta que, aunque aún no del todo, “hoy por hoy se está mezclando la lucha feminista con la lucha ambiental”.
-En el ambientalismo se dice que no hay justicia social sin justicia ambiental y sin justicia de género y se toma conciencia de que las desigualdades ambientales agudizan todas las desigualdades existentes, incluyendo las de género así que las dos luchas se están empezando a mezclar.
Es verdad que el ambientalismo todavía no está a la altura de popularizacion que tuvo el movimiento feminista pero se está avanzando porque hoy en día lo que queremos los jóvenes son condiciones más dignas de vida y ahí entra el feminismo, el ambientalismo y las consignas de justicia social.
Hoy las consignas de la juventud son variadas, el ambientalismo todavía tiene discusiones no resueltas, en los secundarios se preguntan cómo lograr representatividad a nivel nacional pero, así y todo, los debates no cesan. La coordinadora de estudiantes se junta. Los colegios aún se toman y la juventud verde les recuerda siempre una bandera que los secundarios todavía levantan: vale la pena luchar.