Yo me volví a sentir humana cuando pisé Buenos Aires porque en Caracas había perdido eso
Jessica, 21 años, mujer trans
Antes de emigrar
Fui, digamos, cambiando clandestinamente. Es decir, salía y me vestía como Jessie y luego, cuando iba a regresar a mi casa, tenía que desvestirme otra vez y meter todo en el bolso.
Un día una chica trans me escribió por Twitter y yo no sabía que era una chica trans. La veía comentando y dándole like a mis tweets, pero ella se presentaba en público como un chico, estaba en el clóset.
Me escribió para decirme que personas como yo la inspiraban y le hacían sentir que sí era posible ser ella misma algún día. Yo recuerdo ponerme a llorar horrible con esto, porque hace apenas un año, dos años antes de eso, yo le había escrito Amara exactamente las mismas palabras: que ella me inspiraba, que ella me hacía sentir que algún día yo podría estar fuera del clóset y ser yo.
ser yo libremente
Lo venía sintiendo de toda la vida, pero sin saber lo que significaba ser trans.
Pude decir: quizás soy trans, y comenzar a experimentar, y comenzar a cuestionarme, desde los 16 años.
En 2020 ya tenía tres o cuatro años cuestionando mi género y aún no lograba aceptarme. Pero ya había llegado un punto en el que se había hecho muy fuerte, en el que se había hecho muy evidente:
sí era una mujer trans.
Tenía mucho miedo. No sentía que tuviese la libertad de poder ser yo misma. Recuerdo que me daba mucho miedo hacerlo en Venezuela porque, bueno, Venezuela es un país súper transfobo, súper homófobo, súper machista.
Salir a las calles de Caracas siendo una mujer trans iba a ser fuerte
y efectivamente lo fue.
La cuarentena nos obligó a todos a estar en un cuarto encerrados,
en una casa encerrada por mucho tiempo.
Un cuarto, porque mi familia vivía en la casa y yo no me llevaba bien con mi familia, no me sentía bien con ellos afuera entonces.
Y durante ese tiempo hice mucha introspección:
no puedo aguantar más, es obvio que soy Jessica.
Alegría
Sentía felicidad.
Sentía que eran cosas que no había sentido nunca nunca.
Si tengo que morir por ser quien soy, moriré siendo YO.
Vivir sin serlo, es vivir muerta, morir en mí.
Mis padres emigraron en septiembre, y me pude independizar y salir del closet públicamente.
¿Escuchar mi nombre por primera vez? No sé cómo escribirlo.
Había aprendido a asociar mi deadname conmigo. Si alguien lo decía yo sabía que me estaban llamando a mi, pero se sentía forzado.
En cambio cada vez que me decían Jessie o Jessica tenía un sentimiento súper nuevo de: esa soy yo.
No sé cómo decirlo. Es como sentirte completa,
supongo.
A veces pensamos que solamente es una palabra, solamente letras, pero en ese nombre hay un reconocimiento de todo lo que eres, de todo lo que has vivido y de ti misma.
Me están diciendo que soy esta persona.
Todos ustedes esperan que yo sea esta persona.
Pero no soy esa persona.
Esa persona siempre supo el camino: y fue pelando capa por capa, capa por capa,
hasta que salió.
Migración
Fue como sentirse real.
Claro, es difícil ser migrante cuando eres de la comunidad LGBTI, pero en mi caso el ser LGBTI es lo que menos difícil se me ha dado:
ser migrante es lo que me ha costado más.
Cuando migré tuve que quitarme todo, la peluca, todo, para subir al avión, en el primer viaje desde Caracas hasta Bolivia.
Se sintió horrible porque era la primera vez que lo hacían desde septiembre.
Lloré mucho.
En Bolivia no me pasó eso.
Bolivia tiene una Ley de Identidad de Género, y en la noche en la que yo me quedé allí la leí completa, para saber qué podía reclamar y que no.
En el aeropuerto fui Jessica y no me hicieron nada, no me dijeron nada, no me causaron ningún problema.
Argentina te abre las puertas y te las abre enormes.
Aunque también tiene sus cosas burocráticas y todavía estoy desempleada. Son temas que obviamente te van a impactar, ¿no?
Pero en cuanto al tema LGBTI, que fue la razón principal por la que migré, tengo que decir que
no me arrepiento de haberlo hecho.
Caracas comparado con Buenos Aires ha sido la noche y el día, en cuanto a lo que tenía que experimentar, a lo que tenía que vivir.
Salir en las calles en Caracas… Cuando caminaba por el boulevard de Sabana Grande, todas las personas me miraban descaradamente y luego se reían. A veces pasaban personas por mi lado y me decían cosas al oído.
Aquí cuando hay miradas, porque a veces las hay, la mayoría son miradas de curiosidad, no son miradas hostiles como en Caracas.
Después de emigrar
Desde que llegué a Argentina me he enfocado mucho más en mí misma.
Me he preguntado: si yo tuviera la oportunidad de nacer como una chica cis, ¿lo escogería?
Y no.
Mi vida hubiese sido mucho más fácil, sí. Pero no sería Jessica.
Existe la narrativa de que la persona trans, como es trans, orienta toda su vida a ser trans, y toda su vida es una lucha constante o un descubrimiento constante.
Yo quiero ser mucho más que eso: yo quiero ser Jessica.
Quiero mostrarle al mundo que las personas trans son más que personas trans: somos personas primero que todo.
Lo que quiero para la Jessica del futuro es que viva, que sea feliz y que, a través de eso, inspire a otras personas, si es que voy a inspirar a alguien.
Pero que sea a través de eso: de ver a una persona ser feliz.
Sé que yo tuve privilegios que otras personas no tuvieron. A pesar de que mi historia sea tan jodida a veces, hay personas que la han tenido mucho más difícil.
Me siento como un águila.
El águila es la libertad de poder volar y escapar de todo, es como poder pasar por encima de todo y simplemente sentir el viento en tu cara, existir.
No sé cuándo diría que fue ese momento, el momento en que el águila emprendió el vuelo. A veces diría que fue en septiembre de 2021, cuando salí del closet, aunque quizás fue cuando me monté en el avión.
Empezar a existir.
