Las balas que tiraron van a volver

Una historia coral (combativa y centenial) del estallido social en Perú

Se nos ha entregado mucho para construir,
pero la medida de nuestra construcción
está dada por la cantidad de escombros
que podamos aniquilar.

Hora Zero

[El título es un verso de la poeta arequipeña Valeria Román, entrevistada para esta historia. Se trata de un poema dedicado a Jhamileth Aroquipa, estudiante asesinada por un balazo de la policía el 9 de enero de 2023, en medio de una protesta en la ciudad de Juliaca, Puno, que exigía la renuncia de la presidenta Dina Boluarte. Jhamilet estudiaba psicología y quería ser policía. Tenía 17 años].

Llegaron cientos desde las regiones del sur de Perú en buses y camiones, pese a la brutal represión de policías y militares, pese al ‘terruqueo’ de congresistas y opinadores de prensa, y a la indolencia de la presidenta Dina Boluarte, que los acusa de ‘intentar generar caos para tomar el poder’. Llegaron desde Puno, Ayacucho, Huancavelica, Cuzco y otras regiones andinas, la mayoría olvidadas por una clase política que les ha dado la espalda demasiado tiempo. Llegaron a las universidades públicas y los estudiantes y jóvenes activistas se organizaron para recibirlos, para recolectar alimentos y hacer ollas comunes en sus campus, pese a la mezquindad de sus autoridades y tener a tropas policiales amenazando con desalojarlos. Llegaron y a lo largo de las primeras semanas de 2023, en la llamada Toma de Lima, campesinos, obreros, estudiantes, reservistas, asociaciones civiles y otros cientos marcharon hacia el centro de la capital, donde un contingente de más de 11 mil policías los esperaban con sus escudos, armas y lacrimógenas. Consignas y demandas hubo varias, pero todos coincidían en esta: la renuncia de una presidenta que parece negarse a ver la realidad: un país que lleva más de un mes paralizado, con un Congreso totalmente desprestigiado, con medio centenar de muertos por las balas y una población cada vez más enfurecida que grita “que se vayan todos”. Seis activistas menores de 30 años, con distintos orígenes y trayectorias, levantan la voz para reflexionar sobre la complejidad de un país que parece fracturarse cada día más. Esta historia polifónica habla de ese patrón de violencia e impunidad: una herida que la violencia del Estado deja en la memoria de los ciudadanos que debería proteger.

Hablan seis jóvenes activistas:

Killa Sotelo, 26 años
Psicóloga y miembro del Colectivo 14N.
Hermana de Inti Sotelo, joven asesinado
por la policía en las marchas de 2020.

Valeria Román, 23 años
Poeta, traductora y exdirigente estudiantil de
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Sandra AKA Polisha, 29 años
Historiadora, performer trans, miembro del 
Movimiento LGTBIQ del Callao

Alessandra Yupanqui, 25 años
Diseñadora, tiktoker y creadora de contenido
sobre cultura y etnicidad andina.

Bikut T. Sanchium, 27 años
Escritor y poeta awajún. Economista de la 
Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Kerly Garavito, 28 años
Economista, feminista antirracista y
miembro de la colectiva barrial Ruray.


Killa Sotelo

A mi hermano lo mató la policía. Ellos fueron, aunque lo nieguen y lo sigan negando.

Un perdigón de plomo en el pecho, calibre 16, de esos para cazar animales. Cerca al corazón. Mira esta foto de la necropsia: un agujero en el pecho, al costadito de su tatuaje de sol. Se llamaba Inti, el nombre del Sol en quechua. Inti era mi mellizo.

El más bromista, el más amiguero, el que al toque agarra confianza contigo. Le encantaba hacer piruetas en su BMX. Chambeaba como repartidor de Rappi. Con eso pagaba su cuarto. Tenía el plan de crear su agencia de turismo. Hasta que le frustraron la vida. Tenía 24 cuando lo mataron.

Me acuerdo de esa noche. Mi hermano miraba videos en su laptop. Un tutorial sobre cómo desactivar bombas lacrimógenas. Esa noche fuimos a la marcha. 14 de noviembre de 2020. El 14N. Cientos de jóvenes salimos en plena pandemia. No teníamos miedo. Sentíamos rabia.

Cada uno fue por separado a la marcha en contra del golpe de Estado de Manuel Merino. Inti salió con su casco de bicicleta, sus guantes. Esa noche hice carteles con plumones y hojas de colores. Eran cinco, con diferentes mensajes. Inti es bien directo, no le gustaba manifestarse suavecito. Yo ya sabía cuál iba a elegir.

Antes casi no me metía en cosas políticas. A mis hermanos les gustaba ver las noticias, pero a mí no. Sentía que todo eso era feo. Ahora estoy completamente involucrada en esto. Almuerzo viendo política, escucho debates y a compañeros de derechos humanos, qué dicen, qué no dicen. Siento que, de esa manera, sabiendo, conociendo, informándome, puedo seguir ayudando. 

Tres años han pasado de eso. 

Ahora toda la violencia, los asesinatos que vemos en el país, hizo rebrotar lo que siento. Reforzó mi lucha, la lucha de nuestra familia. Porque nosotros siempre hemos sabido protestar.

Lo que pasó con Inti, cambió totalmente mi mundo.

Bikut T. Sanchium

Yo estuve a unos metros de donde fue asesinado Bryan Pintado ese 14N. Era un chico nacido en la selva, como yo. Al igual que él, estaba en la primera línea, apagando las bombas lacrimógenas en botellones de agua con bicarbonato. Tenía miedo porque no tenía mucha experiencia. El humo también es muy fuerte, y a veces no servía mucho todo eso y tenía que aguantar la respiración.

Yo estaba enojado, con mucha impotencia y tristeza.

No siempre tengo esa tristeza cuando salgo a la marcha, ahorita ya lo sé manejar. En esos seis días pensaba en mi mamá, mi abuelita, mis tíos, que durante muchos años había luchado y venía luchando para ser un buen país, un país donde el bienestar sea muy alto, pero no habían podido hacer nada…

Ahora, en 2023, es todo peor. Mira las noticias: más de 50 muertos en dos meses de protesta. Hermanos, hermanas, asesinados por la policía, por los militares. La mayoría son de los Andes, del sur. Pero recién tuvo que morir alguien en Lima para que la gente comience a vernos, a los que hemos nacido en las montañas, en las selvas. A veces pienso que a la gente de mi pueblo no nos consideran peruanos.

Kerly Garavito

El día que asesinaron a Víctor Santisteban Yacsavilca, el primer muerto de las protestas en Lima, yo estaba en la avenida Abancay, como a una cuadra y media de donde estaba la primera línea. Fue el 28 de enero. No tenía casco, ni máscara de gas, ni nada. Yo estaba con una amiga y estábamos corriendo de los policías cuando me caí al suelo y mi amiga por levantarme también se cae y pasan dos personas encima de nosotros. Me puse de pie rápido y corrí entre las bombas lacrimógenas, tratando de encontrar a mis amigas. No sé como me levanté. Yo no tenía vinagre, entonces empiezan a echarme vinagre en la cara y a sanarme las heridas, la rodilla que ahora la tengo con cicatriz.

Killa Sotelo

La noche que mataron a Víctor Santisteban, mi hermano Pacha estaba en las marchas. La policía lo atacó porque empezó a defender a la gente que esperaba afuera del hospital de Emergencias Grau, a donde llevaron el cadáver de Inti el 14N. Ahora la historia parecía repetirse… Ahora a Pacha le habían caído dos perdigones, pero superficialmente, menos mal. Los policías se hacían los bravitos, comenzaron a pegar a todos.

Pacha vio al compañero Víctor en el piso. Le dispararon esa lacrimógena que le reventó la cabeza. Cuando Pacha me contó, eso ahí ya me fregó ya. Luego vino el 2 de febrero, el cumpleaños de Inti, que es también mi cumple, y ya me puse malísima. Para ese momento ya había renunciado a mi trabajo para estar cien por ciento en la coyuntura que pasaba. Tenía el tiempo, pero no la estabilidad emocional. Entonces dejé los grupos. Les avisé a los compañeros de que pronto me iba a reincorporar.

Me fui diez días a Cusco. Creo que, como muchos compañeros, nos hemos distanciado un poco de esta coyuntura. Pero no pude alejarme. 

Cuando pasó la intervención policial de la Universidad de San Marcos, en febrero, yo estaba en Cusco. Yo me decía: debería estar allá, hacer algo… A varios compas los detuvieron como si fueran delincuentes.

Kerly Garavito

Estuve afuera de San Marcos porque había varios compañeros que habían sido detenidos. Fueron unos 200 detenidos. Pudo haber sido cualquiera. Había gente esa mañana que estaba apoyando en los desayunos. Me dio mucha impotencia y ganas de llorar, porque justo la señora que estaba enmarrocada en el piso, que se vio en las redes sociales, era de Huancavelica y mis abuelos son de allí. Eso me me dolió mucho. Fue un momento donde lo sentí más cerca. La detención en San Marcos fue un punto de inflexión también para mucha gente.

Sandra AKA Polisha

Mi abuela era curandera y partera. Era quechuablante, tenía conocimientos sobre medicina natural, y todos esos saberes han terminado llegando a mí.

Nunca la conocí, ¿sabes? Se murió cuando yo era muy chiquita, y apenas la recuerdo. Pero sé que en ella están mis raíces.

Hace unos años hice un viaje a Bolivia, donde me pude quitar todas esas etiquetas, quitar todas estos nombres y apellidos que me impusieron. Fue un proceso de encontrar mi yo interior.

Ahora soy Sandra y también Polisha, por ese insecto que solamente admite las noches, que tiene una corta vida y que es señal de mal agüero, por eso la gente las mata. Es una metáfora de la vida de las travestis.

Alessandra Yupanqui

Esa señora, la que vimos como era maltratada por una policía, se parece a la abuela de muchos peruanos. 

Mi abuela Rufi es de Chumbivilcas, una comunidad de Cusco. Como mi mamá trabajaba de paramédico, era mi abuela quien nos criaba. En su casa de San Juan de Miraflores. Ella tuvo una historia de vida muy, muy dura, como la de muchas mujeres que migran de los Andes a la capital. Vino a los 18 años hablando casi solo quechua y sin saber leer ni escribir. Nunca tuvo tiempo para pensar demasiado en su dolor porque era pobre y solo alcanzaba tiempo para para buscar plata para comer mañana. 

De esas mismas zonas de los Andes vienen muchos para manifestarse en la ciudad, para ser escuchados.

No podemos justificar ningún acto violento porque alguien sea de izquierdas o de derechas. O sea, si yo no compatibilizo con tu postura política, ¿eres mi enemigo?

Valeria Román 

Hay una razón por la que siempre hay un ensañamiento de la policía con mi universidad. Romper San Marcos es enviar un mensaje: nosotros vamos a romper cualquier forma de resistencia.

En mis años de experiencia, los policías siempre han sido unos hijos de puta. Pero esta vez ha sido ha sido a la N potencia porque han entrado a la residencia universitaria, han roto todo, han detenido a casi 200 personas, entre estudiantes y manifestantes de provincias, para acusarlos de terrorismo, sin pruebas.

Es alucinante el nivel de poder que sienten los tombos. Uno hasta se grabó a si mismo en un story diciendo: ¡Reventamos San Marcos, detuvimos a esos terrucos!

Sandra AKA Polisha

Entré a estudiar a San Marcos, a la carrera de Historia. Siento que eso ha influenciado mucho en mi decisión de ser activista. Es tener la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, conocer sus vivencias, acercarte, no como algo impersonal, forzado o fingido, sino comprender cómo es esa persona, cómo habita el mundo. Y desde esa comprensión hacer política.

A mí me han procesado. No es un asunto penal, ni fiscal, pero es administrativo e involucra una multa que no tengo para pagar a este Estado de mierda que me tocó. Son como 3,500 soles. Casi mil dólares. Y todo porque el año pasado organizamos la séptima Marcha del Orgullo en El Callao. Una marcha diferente porque  pasó de ser un pasacalle a tener un corte de protesta, algo más político. Y fue porque ahora las travestis, las personas trans tuvimos la batuta en la organización. Nosotras las mariconas conseguimos tener la Ordenanza Regional de no Discriminación que actualmente está funcionando en el Callao. Un logro de todos esos plantones y activaciones que hemos hecho. 

Por eso es muy triste de que haya culminado con este proceso administrativo hacia mi como representante en de toda esta colectiva que la organizó, a pesar de la negativa de garantías del Ministerio del Interior, que se tramita simplemente para que nos acompañen y garanticen “seguridad”. Por eso me abrieron proceso, porque sin garantías nosotros realizamos la marcha, porque tenemos derecho a la protesta y a la libre manifestación pública. Pero eso no va a impedir que un grupo de personas, una comunidad marginal que vive violencia todo el tiempo, pueda mostrarse libremente y celebrar su orgullo una vez al año en la calle. 

Por eso ahora tengo mucho cuidado en las marchas de ahora. Tampoco me quiero exponer mucho más. Porque yo sí siento que hay una intencionalidad detrás. Este acto de represión es para que yo la piense otra vez cuando quiero volver a organizar una marcha.

Killa Sotelo

En enero la policía allanó la Central de Campesinos en el centro de Lima. Ahora no podemos decir ahorita donde está nuestro centro de acopio, donde juntamos las donaciones. Nos pueden quitar las colchonetas, los víveres, ese es el temor nuestro, que venga la policía y encuentre eso, o nos siembren algo.

Si cuando asesinaron a dos jóvenes en Lima la gente se levantó, ¿por qué ahora no se levantaron cuando hubo el primer y segundo asesinado en provincia? ¿Por qué no hay la misma indignación? Por el clasismo, el racismo, porque es gente de provincia. Pasa allá, entonces no me toca a mí, porque no está en Lima.

Recién a raíz de la toma de San Marcos es que la gente de Lima ha comenzado a salir más. Ese hecho despertó a la población. Los hermanos de provincia tuvieron que dejar a su familia y venir hasta Lima para recién ser escuchados, pero aun así no hay respuesta. Solo hay discriminación.

Kerly Garavito

Quieren implantar una cultura del miedo. Tratar de parar estos niveles de organización. Las donaciones para las delegaciones de regiones sirven como base para que las marchas sean grandes, para que la gente tenga como un apoyo en su viaje a Lima. Y lo que quieren es parar por ahí.

Es muy loco que se haya investigado tan rápido que la Fiscalía haya pedido prisión preventiva por 30 meses, por reacudar fondos para las marchas. Ese es un nivel de persecución y represión terrible. En cambio, la investigación sobre los millones en aportes a la campaña de Keiko Fujimori, de eso los medios ya no hablan. 

Bikut T. Sanchium

Estaba a la altura de la puerta del Centro Cívico del lado de la avenida Wilson, cuando vi que le estaban metiendo palo a una pareja. Así que me acerqué y empecé a grabarlo todo. ¡Qué te pasa!, les dije, y se acercaron dos policías a golpearme. 

Soy awajún. Vengo de un pueblo guerrero de la Amazonía, que históricamente ha sido discriminado y tomado como individuos que no tienen razón, no que no tienen lógica. Cuando era chico escuchaba que nos relacionaban con los monos. Yo he leído muchas historias de los monos y son muy listos. Por eso al principio no entendía. Y pensaba: ¿nosotros somos los ignorantes o son ellos que ni siquiera conocen bien cómo es el mono?

Yo te digo: si revisamos la historia del pueblo awajún, verás que mi pueblo siempre ha luchado para defender su casa, para que no invadan su bosque. Los recuerdos de mi infancia eran mis tíos, mis abuelos, mis paisanos, mi gente, con sus lanzas yendo a los paros, a las protestas, para exigir energía, para que se abra la carretera, para que el Banco de la Nación esté cerca de las comunidades, para que podamos tener agua potable.

Esa historia siempre es lucha, siempre es sangre. De ese pueblo vengo yo.

Killa Sotelo

Una compañera me decía: si los hermanos de provincia se rinden, la lucha se acaba. Yo pienso lo mismo.

Los hermanos que llegaron a Lima se demoraron en llegar casi el triple del tiempo, porque hubo intervenciones de policías. Ahora la estrategia cambiará: ya no vendrán en caravana para no alertar a la policía. Ahora vendrán como gente común, en buses, tranquilos, y en Lima ya se acoplan.

Desde la coordinadora 14N solicitamos apoyo y donaciones y se les ha ido llevando almuerzo desayuno o lonche a los compañeros de provincia, carpas, colchonetas, frazadas. También hemos gestionado plantones, demandas en las redes, acciones culturales como una manera de accionar y protestar, aunque sentimos que no es suficiente.

Sandra AKA Polisha

He ido a la Plaza Manco Cápac y llevado la cena a los compañeros que están allí. Lavar las cosas, organizar las donaciones. A mí me da mucho miedo, porque ya estoy bien fichada, bien vigilada, porque hace tres años vengo participando de marchas, plantones y piquetes, como los que hubo el 14N. O cuando había conflictos sociales provocados por las mineras, o por la reforma laboral, en fin, estuve en un montón de movimientos.

La historia se repite todo el tiempo. Solo que son otras caras, otros nombres. Pero es la misma élite y es el mismo pueblo. 

Valeria Román

Las protestas del 14N contra Manuel Merino era bien sencillo: se tenía que ir y entraba alguien más. Pero ahora no. Ahora tienen que irse un montón de gente, y esa salida implica una reformulación del país. El desprestigio del Congreso no es solo rechazo a un partido, es un rechazo a una forma de hacer política, de gobernar a espaldas de lo que le pasa a todo el país.

Killa Sotelo

Nos juntamos con la asociación de asesinados y heridos de Andahuaylas. Dani Quispe, papá de uno de los asesinados, habló. Estaba bastante tocado, pero siempre con una sonrisa en el rostro. Me hizo acordar a mi papá. Nosotros ya hemos pasado por esto.

Me acuerdo que nos pasamos varias noches viendo los videos que nos llegaban, mensajes de ayuda, abogados que querían apoyar o gente que daba su sentir. Llevamos dos años buscando justicia por Inti. Ahora hay muchas familias que están ahorita en la misma situación. Ahora hay muchos Bryans, muchos Intis.

Una compañera dijo la otra vez que gracias al precedente de Inti y Bryan las familias de los muertos en estas protestas van a tener un apoyo económico. Pero eso no te devuelve al familiar. Ya ese proyecto de vida se acabó, a la familia ya la destrozaron. 

En 2020 fueron unos cinco días de protestas. Ahora llevamos más de dos meses resistiendo. Y ya se está notando el cansancio general, físico, mental, emocional, y asta económico, porque muchos obviamente necesitan trabajar, o ponen de su propio dinero y a veces ya no hay plata para desplazarse, aunque muchos digan que nos pagan.

Bikut T. Sanchium

La primera vez que fui a una marcha en Lima me quedé sorprendido. Yo había venido con esa lógica de la lucha de mi pueblo: vamos, nos enfrentamos, cerramos la carretera, protestamos y nos hacen caso, sino ¿para qué? Pero acá, en esa marcha en Lima, era: vamos, la policía nos persigue y se acabó. ¿Qué? Qué rara lucha aquí. ¿Así cómo se va a lograr? Mi pueblo no lucha así. Pero luego fui entendiendo que en Lima se protestaba nomás, no se luchaba.

¿Cuál es la diferencia entre protestar y luchar? Como yo lo veo, la protesta es un término que se usa más en la ciudad. Nunca un awajún va a salir solo a protestar porque históricamente, y la experiencia nos ha dicho que protestar es simplemente alzar la voz y quejarse. Con eso no se logra nada. Todos los cambios para el bienestar de nuestro pueblo se ha conseguido justamente yendo más allá de la protesta, donde a veces hay sangre.

No es que nosotros queramos sangre, para nada, pero antiguamente un awajún salía a enfrentar los problemas de su comunidad y no se sabía qué es lo que iba a pasar en esa misión. Salía con su lanza, con la cara pintada de achiote, así iba a la lucha, un enfrentamiento que iba a durar días, meses. La lucha para los awajún es algo continuo, que se sostiene durante un periodo de tiempo largo. La protesta, en cambio, responde más al momento.

Alessandra Yupanqui

Yo le digo a una amiga feminista: el pueblo ya está fragmentado. La gente que vive del diario, las señoras que vende souvenirs en lugares turísticos como Cusco, en donde acaban de incendiar el aeropuerto, esa gente no se beneficia del caos político. 

Y ella me responde: toda revolución necesita caos.

Valeria Román

No tengo problema con el uso de la violencia en las marchas. Soy muy abierta con eso dentro de mis posibilidades. Sobre todo, cuando tienes una situación de hartazgo y una ofensiva policial muy fuerte. En esos casos, la violencia me parece totalmente válida. Porque las condiciones de protesta nunca son iguales, porque los cuerpos no valen igual.

Sandra AKA Polisha

En San Marcos encontré un colectivo LGTB llamado Versiones. Allí vi otras formas de habitar lo que ya sabía que era. Estar allí, ya con 19 años, me impulsó a decirle mi orientación sexual a mis padres. También empecé a viajar a más lugares, a conocer la historia de otras regiones. Fui representante estudiantil en varios momentos. Y fue en ese espacio donde comencé a habitar mi propia identidad. Me dejé crecer el pelo por primera vez, cambié mi gestualidad, era más femenina, ya no importaba la fiscalización masculina.

El problema eran los profesores de San Marcos. Los que te dicen si realmente tu tema de investigación es válido o no. Un día les presento mi tema a esos dinosaurios, señores heterosexuales, y les rompí el cerebro. Acerca de un escándalo publico de travestismo en la Lima de los cincuentas. Encontré toda la documentación, diarios de la época en que ser maricón era considerado horroroso y peligroso. Pero me empezaron a cuestionar, a ser quisquillosos. ¿Esto ocurrió realmente? ¿Por qué vas a investigar eso? Y yo les respondía todo, muy segura, que esta investigación demostraba que nosotras existíamos en ese momento y nos reprimían como ahora.

No les gustó que investigara eso. Me dijeron: eso que estás investigando es interesante, le puede importar a mucha gente, pero no es historia. Me decepcionó. Me di cuenta que con esos profesores en la universidad, nunca iba a poder graduarme, así que dejé la universidad. Por suerte, en el colectivo en el que estaba, mis amigas me mostraron que podía dedicar mi vida a otra cosa. Que podía conseguir admiración y valor fuera de la academia.

Alessandra Yupanqui

Un tío mío, el menor de los hermanos de mi padre, nos visitó un día y en el almuerzo me pregunta si sabía que nosotros no debemos apellidarnos Guzmán, sino Yupanqui. Mi madre y mi padre parecían conocer esa historia, pero yo no. Entonces lo miro con asombro y me empieza a contar la historia de mi bisabuela paterna, una mujer ayacuchana que migró a Lima, jovencita y embarazada. Llegó sin nada. Pero muy temprano se hace empresaria de plátanos en el mercado de frutas y en esos trajines se enamora de un carretillero de apellido Yupanqui, de Huancavelica. Tuvieron su primer hijo, mi abuelo. Cuando llegó la hora de inscribirlo, pensaron que Yupanqui no era buen apellido para el niño, así que deciden ponerle el segundo apellido de mi bisabuelo, Guzmán. 

Mi mamá al toque me dijo que no dijera nada, que esa era una historia que ya nadie en el barrio tenía que enterarse. Pero lo que hice fue subir un video en Instagram contando lo de mi apellido y de pronto el video empieza a cobrar como una viralidad inesperada. Hoy es el video más viral que tengo en mi perfil, con1.4 millones de visualizaciones y más de quinientos comentarios donde ponían cosas como: a mí también me cambiaron el apellido por razones similares. Gente de Chile, me escribían, mi abuela era mapuche. Gente con apellidos que habían sido cambiados, apellidos judíos, apellidos mapuches, apellidos quechuas.

Me pegué diez días leyendo los comentarios días enteros. La mayoría eran buenos, solo uno me comentó: oe, calla chola, ¿con esa cara de Atahualpa con Huáscar, como no te diste cuenta antes? Me daba risa. Entonces me di cuenta de que. aunque no tengo ningún título que me dé legitimidad académica, sentí que tenía mi verdad y mi honestidad para compartir.

Kerly Garavito

Siempre quería jugar con las otras niñas del barrio y mi mamá no quería. Cuando salía a la calle los niños me molestaban, me decían mmm, qué rica morocha, y yo tenia ocho, nueve años… El grupo de niñas de mi barrio también me gritaban cosas por mi color de piel, pero no recuerdo mucho, ya lo he borrado un poco…

Me acuerdo que en el colegio siempre escogían a las niñas de piel clara o pelo castaño como las protagonistas en las actuaciones. Me acuerdo que en una actuación nos escogieron a mi, a una niña afro y a otra marrón para vestirnos de militares. Y me quedé pensando: ¿por qué nos escogieron justo a las tres?

Mi mamá es trigueña, y su papá, mi abuelo, es blanco. Y varios de la familia materna son de piel blanca o mestizos claros, entonces yo era la única oscura de la casa por mi papá que es afro. Entonces a veces mis tíos me decían cosas racistas de niña, aunque no lo hacían con mala intención. Cuando nació mi primita, que era muy blanca, yo noté esa diferencia. Mi mamá era su madrina. Una vez tomé una foto de ellas y taché la cara de mi mamá y de mi primita. Pensé que me iba a quitar el cariño de mi mamá.

Luego ya me reconcilié con todos ellos. porque empecé a publicar en Facebook todas esas cosas que me habian dicho y después ellos se fueron dando cuenta. Me he reconciliado con mi familia porque entiendo mejor como han normalizado el racismo en sus vidas.

Bikut T. Sanchium

A mí me criaron para ser un líder. Tuve que recibir la instrucción de mis viejos, de los ancianos, de los muun, para ser un referente de mi pueblo. Es una chamba, un proceso. Hay determinadas personas mayores que te aconsejan respecto a la vida. Son consejos reflexivos, filosóficos. Yo tenía cinco, seis años cuando en cada madrugada o cada día mi abuelita Rosalia me hablaba de todo eso, y como niño estás ahí pensando, imaginando este, digamos, soñando, construyendo un ideal.

A mí me mantuvieron así, por eso yo no vivía con mi madre, sino con mi abuelita. Yo tenía que caminar con ella y ver lo que hacía: pescar, aprender historias, cantos, sobre plantas maestras, saber sobrevivir solo. Ya después aprendí el español, como a los ocho. Me contaban las historias de la colonización del caucho el tiempo de la evangelización. También me hablaba de las venganzas, de cómo proteger a la familia, de nunca dejarse maltratar, pero sobre todo mantener las reglas, los principios y ser buena persona y a partir del cual proteger al pueblo y que nadie se meta con los tuyos. Que nadie te subordine, te humille. 

Solo hay una regla que yo he roto: nunca confiar en un apach, un mestizo. Porque tarde o temprano, me advirtieron, un apach te va a traicionar.

Valeria Román

Yo quería estudiar literatura. Mi vieja hizo un esfuerzo muy grande en meterme a un colegio pituco de San Isidro, y luego se moría porque yo entrara a la Católica. Me decía: con quién te vas a juntar, quiénes van a ser tus amigos, tienes que hacerte una red de contactos. Pero yo me decidí por San Marcos. Toda mi formación política la tuve allí. Fui dirigente subsecretaria del Centro de Estudiantes de Filosofía y secretaria general del Centro Federado de la facultad de Letras. Para mí ya se volvió una cosa de conciencia de clase. Me caían mal los pitucos.

Kerly Garavito

Cuando estaba en la universidad, en Miraflores, estudiaba con un montón de gente blanca y pituca. Decir que vivía en San Martín de Porres era un tabú para mí. En ese tiempo pensaba: ¿por qué mi mamá no quiere mudarse?, ¿por qué no alquilamos en otro lado, en un distrito “mejor”?

Ahora al barrio lo entiendo menos como un espacio y más como un territorio donde cada cosa tiene un sentido. Alguien desde afuera ve las casas, el descuido de las calles, o ve a las personas como objetos, no como personas con historias. Entonces este contacto que he tenido con el barrio es una forma de recrear la memoria de mi historia, pero a la vez conectar con las memorias e historias de otras compañeras. Construimos una memoria colectiva, memorias de los barrios que han sido marginalizados y desechados.

Es tiempo de una reconciliación con el territorio en el que vivimos. Quitarse esa vergüenza.

Alessandra Yupanqui

A los once años, cuando fue a verme a una actuación escolar, sentí vergüenza de mi abuela…

Un día le dije: ¿por qué viniste a Lima? Esa pregunta terminó siendo la puerta para que ella me revelara verdades muy duras. Que llegó a los 18 años porque se escapó de su pueblo, porque un tío suyo quiso ultrajarla. Y que su mamá había emigrado a Lima antes que ella. Los abuelos le habían dicho que eran sus papás, pero en verdad eran sus abuelos. Luego se enteró que quien pensó que era su hermano era su papá. Un enredo muy loco. Ella había ido muy poquito al colegio, entonces sentía que no tenía oportunidad de llegar a ningún lado. Entonces viene casi buscando a su madre y un poco de dinero sin saber demasiado de Lima.

Era muy distinto a lo que ella pensaba y que la primera vez que vio el mar pensó que era el río más grande que existía. Se subía a los últimos pisos de los edificios o casas en donde trabajaba para tratar de divisar dónde estaba su pueblo y tratar de trazar su ruta de regreso. Entonces yo empecé a preguntarme también por qué mi abuela no lucía como estas otras personas que de repente a veces yo veo en los semáforos que son de los Andes. Entonces empecé a preguntar por qué mi abuela no tenía sus trenzas, dónde estaba su pollera. Y me enteré que un día decidió dejar toda su ropa, regalársela a una ahijada suya. Tú quieres usar ropa de cholo estando en la sierra. Se burlaban de ella por cómo hablaba. Le decían serrana, chola.

Después de que mi abuela me contara todo lo que me contó, yo sentí vergüenza de haber sentido vergüenza. 

Bikut T. Sanchium

Nunca he puesto la atención en cómo la gente en Lima me trataba, pero sí en cómo me miraba. Esa mirada como de asquerosidad… Eso siempre ha estado presente. Sentir eso. En Lima tienes que convertirte en una persona importante para que la gente te respete.

A mí no me hicieron daño. Pero sí tengo compañeros que han sufrido más ese racismo y discriminación. Amigos de otras partes del Perú, porque éramos becarios en la universidad.

En el colectivo de la universidad leíamos mucho, analizábamos la situación política del país. Y así, analizando, dije: no quiero simplemente hablar y hablar y prometer algo sin que luego se cumpla. Había que salir.

Valeria Román

Yo soy anti fujimorista a la vena. Pero si a mi vieja tú le presentas un izquierdista, dirá que quieren bloquear el trabajo, quieren expropiar todo. Mi viejo es un exmarino, experto en explosivos. Ahora es jefe de seguridad de un poderoso banquero. Ha conocido a casi todos los presidentes de este país. Tiene dos fantasías: que el Perú regrese a la guerra con Chile, y la otra es que Sendero Luminoso vuelva, pues dice: yo solamente sirvo para la guerra.

Kerly Garavito

Mi papá es fujimorista. Me acuerdo que antes siempre nos peleábamos. Era horrible y creo que incluso era una relación fea. Yo hablaba en contra de Keiko y el decía que hablaba de los cojudignos, o hablaba de racismo, porque el también es afro, y me decia que yo me victimizaba y eso me hacia sentir culpable de las cosas que yo denunciaba. Ahora he ido cambiando la relación con mi papá.

Mi papá es una persona muy buena, todo el tiempo está haciendo chistes y lleva bien con todo el mundo, incluso tiene amigos de izquierda, pero tiene este tema conservador muy fuerte.

Ahora veo el activismo de otra forma. Al principio era muy eufórica, me peleaba. El otro es el enemigo, pensaba, te voy a chancar, te voy a funar, voy a exponerte en las redes sociales, pero después entendí que la cuestión del activismo va también por generar pedagogías, trabajar el vínculo con el otro para hacer política, valorar el tema de las articulaciones y las alianzas. Pensar: tenemos puntos en común, no hay que separarnos, nos necesitamos.

Killa Sotelo

Algunos en el Twitter me dicen: ya deja de vivir a costa de tu hermano, deja de vivir a costa del Estado, y a mí me da risa. No entienden la convicción que uno tiene.

Nos hemos distanciado de muchas amistades. Quienes en su momento apoyaron la lucha por Inti, ahora critican, cuestionan, comentan en nuestras redes: por qué sales a marchar, por qué si son unos vándalos. Y yo pienso: si apoyaste las marchas contra Merino y todo lo que hicimos, ¿por qué ahora tratas de vándalos a los compañeros de regiones que salen a marchar?

A veces escuchaba a mis compañeros de trabajo que decían: ay ya salieron a protestar otra vez, ¿no tienen nada que hacer? ¿por qué no trabajan? Seguro les pagan. Y yo me ponía los audífonos para no escuchar.

Valeria Román

Ahora he visto tanto silencio… Cuándo mataron a Inti y Bryan, vi que todo el mundo se manifestaba, pero ahora… He visto a varios escritores decir: qué pena, qué terrible, o colgaban por ahí un poema sobre lo que está pasando como terrible. Y pues no te puedes afligir solamente. Eso de solo afligirse denota la distancia que sientes sobre lo que está pasando. No es una distancia física, es otro tipo de distancia que aparece a partir de cierto clasismo, de cierto racismo y centralismo, porque mucha gente no se reconoce en esas muertes que suceden lejos de Lima.

A pesar de que sus temas sean sobre la justicia, lo indígena, lo autóctono, los pueblos originarios, hay intelectuales y artistas que son bastante contemplativos, les basta con intelectualizar esta crisis. Dicen: voy a hacer mi conversatorio, voy a sacar mi columna, mi paper, qué sé yo. ¿Y luego de eso qué pasa? Nada. Y es porque esa violencia no los toca. Pero ahora que Lima es un foco de protesta, ahora sí está comenzando a incomodarles.

Alessandra Yupanqui

Creo que cometemos un error exigiéndole a todo el mundo que se pronuncie sobre lo que está pasando. Siento que hay un grupo de gente que ha llegado al hastío de la situación y que no saben qué decir. La situación a veces está tan polarizada que cualquier cosa que digas o que no digas va a ser malinterpretada. A mí me han dicho facha, me han dicho zurda, me han dicho que se me cayó la careta de paternalista, que si me demoré dos días publicando algo (porque estaba trabajando en un lugar sin internet), es que no me importa el país. La gente siempre va a estar como al pendiente de quien se pronuncia o no. Hay mucha gente que hace un montón de cosas por el país, que no son figuras públicas, que no se mueven en redes, que no tienen ni un solo seguidor. Entonces, de repente debiéramos ser un poco más amables con las formas que tiene la gente de hacer patria. Prefiero mil veces que no pongas algo que no te nace a que pongas algo por mantener contentos a tus followers.

Bikut T. Sanchium

Antes de que suceda ese movimiento del 14N, me sentía muy solo. Conozco un montón de personas, pero no sé que es lo que piensa y siente por el país. Creía que era el único sufrido en ese sentido. Hasta que surge este movimiento en noviembre. Todos los problemas que a mí me afectaban el compromiso, la intención, las ganas, la motivación, el sueño que yo en realidad lo venía construyendo. También tenía mis compañeros de mi edad, de mi generación. Dejé de sentirme solo porque ya no estaba solo y no era el único que estaba preocupado por el país, por su pueblo, por su origen, por lo que pasa en el mundo, sino que había miles de jóvenes que van en esa línea, más allá de las diferencias, pero que tiene la intención de dialogar y entenderse y no repetir la historia de nuestros viejos.

Alessandra Yupanqui

Siento que mi entorno más cercano se ha sentido empoderado al reconocer que venimos de una familia migrante y andina. Y que por eso no somos menos inteligentes, ni menos bellos, ni menos capaces. Somos gente que trabaja, gente que sabe pensar y gente que te muestra nuevas posibilidades de ser.

Cuando me vi ante la opción de Pedro Castillo, pensé que quizás había una luz de esperanza en este profesor rural, el campesino que decía ser. Pero luego, cuando vi que llegó al poder, usó ese poder para perseguir los mismos fines que las personas que ocupan el bando político contrario: dinero y poder. Ese salto puede desvirtuar cualquier buen propósito.

Killa Sotelo

Antes de la segunda vuelta, Castillo se comprometió a que cuando fuera presidente, iba a apoyar los casos de los muertos y heridos del 14N, por la represión de Merino. Cuando hablamos con él, se le salieron las lágrimas y todo, fue una conversación bastante nostálgica. Pensé que se podía llegar a hacer algo. Pero Castillo entro al gobierno y se olvidó. Castillo no volvió a aceptar una reunión con nosotros.

Tiempo después nos entrevistaron a los familiares en TV Perú. Yo estaba leyendo el periódico, esperando, cuando Castillo llegó, resguardado. Por respeto, se acercó a saludar. Todos se pusieron de pie, pero yo no. Solo le di la mano y le dije: ¿se acuerda de mí? Soy Killa Sotelo, hermana de Inti, ¿se acuerda que fuimos a su despacho antes de que fuera presidente? Así le dije, sin soltarle la mano, y me pasó por la cabeza un montón de imágenes de todo lo que prometió. Sin soltarle la mano. Hasta que su seguridad me dijo que lo suelte y Castillo solo dijo: luego hablamos.

Solo uno de sus ministros luego se acercó a darnos su numero, para coordinar una reunión. Le escribimos. Nunca respondió.

Valeria Román

Yo hice campaña abierta a Perú Libre. Fui personera. De eso no me arrepiento. Es lo que se tenía que hacer en ese momento.

El gancho para mí era la promesa de una Asamblea Constituyente que permita un momento de refundación nacional, y también todo el discurso confrontativo que tenía Castillo: que la política mainstream siempre había estado en manos de ciertas familias, de ciertos sectores, incluso de una izquierda local más bien blanca. Entonces era el momento de un outsider, pero no uno cualquiera: un campesino, un rondero, un profesor. Y claro, ante eso cómo no emocionarme frente a esa posibilidad.

Al final, para mí fue una decepción, pero no solamente una decepción de Castillo, sino de cómo ha actuado la izquierda que ha llegado al Parlamento y al Estado. Cuando hice campaña para Perú Libre, me di cuenta que internamente el partido carecía de cuadros. Había cosas programáticas, las tenían ahí, pero no había planes muy concretos sobre cómo se iban a realizar esas cosas. Sí ingresaban a los ministerios, no iban a tener gente que pueda operar. Y ya cuando veía eso decía: esto va a estar jodido.

Killa Sotelo

No soy fan de Castillo, pero hay que aceptar las cosas como son. Fue elegido de forma democrática. Es una persona que viene de raíces de provincia. Por eso hay gente que tiene sus esperanzas todavía en él. Y es cierto que ha habido un proceso de discriminación. Todo funcionó súper rápido para él, ya está en la cárcel. En cambio, a otras autoridades corruptas, los dejan en sus cargos o les hacen ceremonias en el Congreso, ¡hasta les hacen cuadros en su honor, como a Merino!

Valeria Román

Estamos ante una derecha que se ha radicalizado mucho también y que ya ha tomado su cuerpo ideológico. En años anteriores, la sensación que tenía era que, si bien teníamos una derecha que tenía un plan económico sobre cómo se maneja el país, ideológicamente no tenía un discurso tan fuerte como el que hemos visto ahora. Porque también ha habido una radicalización del otro lado, ha entrado un discurso como el de Perú Libre, que apela a la desigualdad, a las clases populares, a la figura del campesino y el trabajador. ¿Cómo respondes a eso? Pues con una lectura sobre la historia bien particular. Decir, por ejemplo, que el pensamiento de izquierda es una ideología de odio que quiere separarnos, que Sendero Luminoso está regresando. Y ahí no solamente se despliega este anticomunismo férreo que vemos ahora. Es algo más profundo. Tiene que ver con el clasismo, el desprecio, con el triunfo del fujimorismo, es decir con una forma de hacer política.

Bikut T. Sanchium

Castillo podía tener carencias y más dependía de la gente que le rodea y de sus asesores. No era un inocente. Y créeme que es uno de los problemas que también sucede en mi pueblo. Hay muchos de mis paisanos que son líderes o se dicen líderes, pero son fáciles de corromper. Hay un experimento social donde se hace una comparación entre el efecto de la droga y del dinero. No sé qué parte del cerebro, pero entiendo que la reacción es casi similar.

Algunos líderes quieren ser figuras. Tiene esta idealización de la fama. Muchos quieren que la gente los alabe, que lo siga. Ahorita los líderes que tenemos prácticamente son títeres de la clase política o de la gente que tiene dinero. 

Por eso nunca me ha gustado el tema de ser líder, por todo lo que he visto. En todo caso no quiere ser ese tipo de líder. 

Valeria Román

La juventud no es un bien en sí, no es un valor en sí mismo. La juventud tiene que ver con la capacidad de renovarnos, de ver las cosas de una forma distinta. Esta idea de que la mía era la nueva generación de jóvenes, la Generación del Bicentenario, que vienen a renovar la política. Pero es que la juventud no te asegura nada. Nuestro país es más complejo que solamente un asunto generacional. 

Yo entiendo que la vida continúe, pero incluso para mí es bien difícil. Todas estas semanas que hemos estado juntando donaciones en mi casa me han hecho mierda la cabeza.

El otro día me decía: no puedo estar todo el tiempo pensando en esto. Tengo que estar bien para seguir porque esto va a ser de largo aliento. Organizar esto en mi casa, estar conversando con las delegaciones, eso para mí no es como darle un sol a alguien en la calle. No estoy haciendo caridad. Es una tarea urgente, porque si esto no se extiende, la resistencia a este régimen se cae.

Killa Sotelo

No te voy a mentir: hay momentos en que ni toco el celular. Es que me quedo en la nada, no tengo fuerzas para hacer las cosas. Entonces dejo las redes, porque llega el momento del colapso y me digo: ¡ya basta! Igual sigo llevando terapia psicológica, tomo pastillas para dormir porque tengo demasiada ansiedad, aunque la mayor parte del tiempo trato de estar enfocada y funcionando.

Mi pareja me dice: ¿Cuándo estarás tranquila? Yo le digo que nunca. Siempre voy a ser como soy ahorita.

A veces intento desconectar, manejar bicicleta, ver películas, series, sigo con mi emprendimiento de venta de jabones, paseo a mis mascotas y a pesar de estar cansada, me doy el espacio de salir con los chicas, con los compañeros, un rato a la discoteca, a tomar y bailar, todo tranquilo. Algo que no hacía porque estaba de luto.

¿A dónde vamos? Hay un bar que se llama Huachuma, un bar enfocado en la protesta social. Tiene hasta un coctel que se llama Trago Comunista. Muy bacán.

Kerly Garavito

En el activismo hay mucho egocentrismo, pero creo que a veces estar en organización es trabajar de forma colectiva nos ayuda a pensar de otra forma y a bajar la voz y escuchar a los demás, que los demás participen. Nosotros queremos hacer política de forma diferentes a los hombres, pero al final acabamos haciendo lo mismo, donde hay autoritarismos y una voz que se impone a las demás. Replicamos esta forma capitalista y racista de hacer activismo. Y actuamos moralmente bien porque si no, no llega el financiamiento, la empresa no nos va a poyar. Entonces al final te olvidas un poco de tus principales fines.

En 2016 cuando pasó el caso de Arlette Contreras, me involucré en el movimiento NiUnaMenos. Me acuerdo que se estaban organizando por distritos y pregunté si habia un grupo de San Martín de Porres y una compañera me dijo que sí. Me uní y unos empezamos a organizar. Eramos como diez. De ese germen más tarde nacería Ruray.

Cuando formamos la colectiva fue un momento de reconciliarnos con nuestro barrio, porque antes todo lo veíamos mal, feo, sucio, peligroso, por estas ideas de aspiración. Queriamos mudarnos, salir de nuestro barrio, hasta que empezamos a cambiar. Empezamos a organizar piquetes en mi distrito, en los mercados. Ibamos con pancartas y folletos y empezabamos a hablar de la marcha de NiUnaMenos. Conversabamos con las señoras y sentiamos que se vivía una euforia bien grande.

La asamblea del movimiento era un grupo bien bonito porque eran distintos. Habian chicas de secundaria, universitarias, dirigentes, sindicalistas, trabajadoras del hogar.

Pero al final nos decepcionó un poco.

Alessandra Yupanqui

Lima no es Miraflores. Lima tiene distritos que viven la precariedad del distrito de mi abuela San Juan de Miraflores. La casa de ella está encima de un relleno sanitario. No todos los lugares en Lima son privilegiados. Entender a Lima como una capital gloriosa y perfecta es un error de ignorar su situación. Sin embargo, siento que aquí innegablemente gozamos de mayores privilegios que en otros sitios del país. Lo que pasa es que cuando estás muy cómodo no te fastidia la incomodidad del otro. Es natural. En cambio, cuando vives en un lugar en donde tu acceso al agua potable, de luz, de transporte público, de buena educación para tus hijos, ¿no sientes que no hay otra salida? Es una exigencia desproporcionada pedirle a la sierra sur del Perú que haga sus reclamos de otro modo. ¿Qué les estás pidiendo?

Kerly Garavito

Creo que antes en los movimientos estábamos culpándonos los unos a los otros. Nos quedamos en la fase reactiva del activismo. Es como cuando en el feminismo se culpa de todo a los hombres y no vemos más allá. O en el antirracismo: si solo culpamos a los blancos, a las personas que dicen cosas racistas, vamos a terminar individualizando un problema estructural, que está generando estos ciclos de violencia en nuestras vidas.

Entonces, si la mayoría de los hombres son sobre todo de clases bajas, son explotados en sus trabajos, trabajando más de doce horas, ¿cómo van a llegar a los hogares? Cada vez eres menos consciente de ti mismo y de la dignidad que mereces como persona. Todo esto luego repercute en el hogar, en la casa, en el barrio, en la escuela, en el trabajo. No estoy quitándoles responsabilidad, cada persona es responsable de sus acciones, pero también es importante ver el problema de una forma más amplia.

Por eso empecé a culpar menos a las personas que me habían dicho cosas racistas, y también a dejar de culparme. Creo que el feminismo me ayudó en eso, pero luego lo anticolonial me hizo entender que esto venía de una cuestión mucho más estructural, de formas de comportamiento, de formas en las que la violencia había ingresado a nuestros hogares y había roto formas de comunicación, de relacionarnos.

Valeria Román

No puedo escapar a esas convicciones que tengo y asociarlas a las cosas que escribo. No creo que todos los escritores estén obligados a eso, pero sí considero mucho esta posición en la que me ha puesto la vida: de haber pasado por la universidad pública, de haber sido dirigente estudiantil, de haber visto cosas ante las que no puedo ser indiferente.

¿Si hago activismo con mi escritura? No pienso mi escritura en esos términos. Porque muchas veces el activismo responde a cosas muy inmediatas, a una agenda específica, incluso a intereses muy particulares. Más bien pienso mi escritura como algo que está entregado a ciertas condiciones, a cosas que son mucho más grandes que yo. 

Alguien me dijo alguna vez: tus poemas no son bonitos, pero son muy fuertes y no puedo voltear la cara frente a un poema así. Esa es la idea: relaciono mi escritura con las urgencias de nuestra época. Hay gente que puede crear en paralelo a esa urgencia.

Mi referente es Cesario Martínez y sus Cinco cinco razones puras (para apoyar la huelga). Un libro que habla de las condiciones de la protesta, pero también una forma de pensar la huelga y de cómo elevar las sensibilidades que se movían ahí a partir de la huelga de hambre, de las consignas que se levantaban.

Me acuerdo mucho de una nota al pie que es brutal:

Kerly Garavito

Es curioso que seamos parte de un mismo país cuando no entendemos absolutamente nada del otro y cuando vivimos como en una burbuja, en una filosofía de vida en Lima. Una filosofía de cómo se ha construido la nación en el Perú. Construir a partir de unos cuantos y se por fuera a tanta gente.

Aquí las únicas voces que importan son las de Lima. Pero a la vez, cuando quieren utilizarlos ahí se utilizan. Incluso, como hizo la presidenta Boluarte, habla en quechua y nos dice: yo soy como ustedes. Cuando solo quiere instrumentalizarlos. Como cuando era candidata y se vestía con polleras y hablaba de una Asamblea Constituyente.

Bikut T. Sanchium

Yo me he esforzado para sentirme parte del país, pero mi pueblo no. No es que no quieran, sino que no se ha construido ese vínculo en su vida cotidiana y sociopolítica tampoco.

Me acuerdo cuando vacaron a Vizcarra, en noviembre de 2020. Había todo ese alboroto en el país. La gente salió a marchar en las noticias, en los medios, en los diarios salía todo ese problema. Mientras en mi pueblo, mamá estaba quejándose porque la gallina se había perdido. El apu estaba arreglando el asunto del divorcio de las parejas de los comuneros. Mi tío bajaba a vender el plátano a la gente. Estaba más preocupado en el asunto de la casa de la comunidad que del país.

Ahí entendí que si nosotros nos sintiéramos parte del país, en realidad nos afectaría lo relacionado con la nación, con la patria. Siento que todavía no nos vemos, no nos sentimos parte de ese sistema. No nos hemos entendido. No hemos dialogado. Y siempre nos hemos tratado con esa indiferencia. No hemos sido parte fundamental en las decisiones claves en la construcción del país, tampoco somos tomados en cuenta. Al final simplemente te utilizan como una figura, como una imagen. Para nada más. Y luego de eso te echan, ya no me sirves.

Alessandra Yupanqui

He recibido un montón de mensajes de personas que esperan de mi perfil una postura polarizada y que yo les diga hagan esto o aquello, y si no hago eso es que soy tibia.

Por muchos años la gente ha pensado que esto se trata de una pelea entre izquierda y derechas, de buenos contra malos, cuando la realidad tiene capas más complejas, capas que se mezclan. Y si la gente piensa que tú eres indigenista, entonces debes ser progresista y de izquierda. Y si no eres nada de eso, entonces eres tibio. 

Si yo publico algo que no tiene que ver con el contexto actual, la gente lo interpreta como si a mí no me importara. Como si todos en estos momentos estuviéramos cada segundo de nuestro día totalmente metidos en el radio político, como si no hubiera un momento del día donde tienes permitido comer y sonreír. Creo que es mezquino. Me da rabia.

Una chica me comentó: por fin se te cayó tu careta paternalista., qué mal que hayamos llevado a que tengan el título de influencer a personas como tú, y más aún cuando te aprovechas de las luchas identitarias que tienen que ver con el indigenismo y la gente que está marchando, haciendo política.

Me acuerdo que el tiempo en que más enojada estuve, fui cuando solo aceptaba posturas polarizadas, porque sentía que se metían con mi rollo identitario, con las banderas que yo enarbolaba, que me definían como persona. Me sentía ofendida.

Con el tiempo entendí que todo eso es una capita que acompaña la coyuntura, y que no debe obnubilar mis decisiones. La mezquindad, la maldad, la inteligencia y la sensatez también son transversales a todos.

Sandra AKA Polisha

Abrí un espacio comunitario para disidencias en mi barrio. Y lo pagaba con mi sueldo de profesora de Letras y Ciencias Sociales. Se llamaba la Cuchitril. Hicimos un montón de cosas. Alojábamos a mucha gente que no tenía donde dormir, que les habían votado en sus casas, gente que estaba de paso, viajeros diversos. Las trabajadoras sexuales que no tenían dónde trabajar.

Pero para sostenerlo tuve que hacer lo que muchas travestis hacen para sobrevivir: mantener un perfil para trabajar y otro para tu vida privada. 

Hasta que un día se enteraron de mi número telefónico y me escribieron para una notificación. Y bueno, en WhatsApp mostraba mi vida libremente. Ahí se dieron cuenta de que era una de esas travestis disruptiva. El colegio me despidió inmediatamente.

Luego mis alumnos me contaron que la dirección querían asegurarse de que no había acosado sexualmente a ningún estudiante y les empezaron a preguntar si yo las había tocado o acosado. Fue muy fuerte para mí…

En mi vida me habían discriminado, la gente se alejaba de mi, pero nunca me habían visto como un delincuente, como un agresor sexual…

No podía soportar que una travesti pudiera trabajar enseñándoles a niños y niñas menores de edad. Pero no somos nosotras. Los que violentan a los niños tienen saco y corbata. Están en las iglesias predicando la palabra del Señor.

Kerly Garavito

Antes pensaba que la política sólo se hacía en el Congreso o en otras instituciones del Estado. Ahora creo que la política está en las acciones cotidianas que hacemos todos los días.

La política está en la cocina, en el cuidado de mi abuela, haciéndose cargo de mí cuando yo era chiquita o en estas redes que las personas de los barrios tejen para cuidar unos de otros.

Se debería de dar más valor a las mujeres que están trabajando comunitariamente, porque es ahí de donde se está generando conocimientos. ¿Por qué no se les valora? Por el racismo epistémico, racismo del conocimiento. Las señoras de las ollas comunes, por ejemplo. Como son racializadas, se las cree inferiores, que no están produciendo saberes, prácticas que son transformadoras de la sociedad.

Siento que, así como pasó con el feminismo aquí, que se llamó a la persona que era la vocera para ser la representante en los medios y luego fue la cara de todo y no se llamó a las personas que están más abajo, en las bases, haciendo más cosas. Pasa lo mismo con el antirracismo, con el tema afro, con lo andino, con las lenguas originarias. Se cree que la gente que está más en redes sociales es quien está haciendo más cosas, pero no. Las que realmente están haciendo cosas no lo están publicando, no tienen Twitter ni Instagram.

A las señoras de las ollas no les importa tanto la visibilización, les importa más tener para comer.

Bikut T. Sanchium

Hay que salir de nuestras fronteras para ver lo que pasa en la periferia. En estos tiempos el paradigma de la intelectualidad no responde a la realidad. Y hay que sumar, yo creo, como elemento principal, salir a la calle. El mecanismo del sabio para hacer el bien en el país es insuficiente si no salimos a la calle.

Nos hemos encerrado en la tradición científica filosófica del pensamiento occidental y hemos creído que el predominio de ese saber explica todo. Pero no. Tenemos limitaciones para explicar la naturaleza, el ecosistema, el bosque, los ríos, el territorio. Y esa es otra visión del saber.

Alessandra Yupanqui

La verdad no creo que el Perú tenga una solución a corto plazo. No creo que el próximo año por fin nos abracemos todos. Para mí ya eso es imposible. Para mí la solución tiene mucho que ver o está muy entrampada con la educación. Y para ver esos resultados se requiere mucho tiempo. Tenemos desconocimiento de cómo funcionan las instituciones públicas, de cómo opera el Estado. No sabemos. Entonces tenemos pedidos desde el hartazgo, que es totalmente entendible. 

Sandra AKA Polisha

A pesar de ser una persona trans, soy consciente de los privilegios que tengo por haber nacido en esta ciudad. También soy consciente de los privilegios que tiene tener educación superior. Por eso trato de pensar qué cosas necesita mi gente, qué cosas necesitan mis amigas trans.

Todas las cosas que me han ocurrido y que las compas conocen, les dice: tú también puedes. Que es posible que admiren un arte trans no binario. Que es posible tener un trabajo siendo trans masculino. Que es posible tener reconocimiento de un arte siendo travesti. Todo eso es posible. Es real.

Nos dicen que los trans, los travestis, vivimos pocos años. Que, si no haces trabajo sexual, no vas a tener nada que comer. Todas son falacias que construye esta sociedad para encasillarnos, para limitar nuestras vidas.

¿Lo que me hace más feliz ahorita? Ver cómo personas que considero mis hijos pueden levantar sus alitas. Algunos están en el colectivo. Hay un cambio generacional también en el activismo. Eso me encanta. Ojalá me de la vida para verlos volar.

Bikut T. Sanchium

Lo que puedo ver ahora, con nuestros hermanos que vienen a protestar desde sus provincias, es que compartimos ese sentido de comunidad. Los amazónicos y los andinos históricamente hemos tenido diferencias e incluso conflictos, pero lo común como base y raíz es una construcción social de la comunidad.

¿Cuántos años más tendrán los viejos que están tomando la decisión por el país? ¿Estarán dentro de diez, quince años? Nosotros sí estaremos, mi generación. Quiero creer que cuando tengamos 35 o 40 años vamos a estar tomando esas decisiones. Nos corresponde a nosotros no caer en ese error de los viejos, que no han podido responder a la complejo que es el Perú.

Sandra AKA Polisha

El Estado peruano se ha fundado por un pacto social económico entre las élites para mantener sus privilegios y cierto sector de la esfera pública que ya existía en la época colonial. Así se funda la República, y se funda sin que los indígenas, las mujeres, los analfabetos, tengan derecho al voto.

Siento mucha desesperanza en este momento, por todo lo que viene ocurriendo. En los recitales y presentaciones que tengo, a veces me han dicho: tú siempre hablas de lo malo, de las muertes, de lo triste. ¿Por qué no hablas de las alegrías? ¿Por qué no hablas de lo que tenemos? Y bueno, siento que hay un silencio abismal de nuestra alegría. 

Nos querían calladas. Siempre nos querían cohibidas. Siempre nos querían aceptando nuestro destino. Pero ahorita hay toda una generación que dice no: no lo vamos a aceptar y vamos a hablar de lo que nos pasa. 

Por eso siempre estoy hablando de travestis de otras épocas. De travestis que han sido asesinadas por ser quienes son, de gracias a quienes estamos ahorita de pie. Eso le ha costado la vida a muchas antes que yo. Por eso hablo de ellas. Por eso cuento sus historias a través de mi performance, los fanzines y de la poesía. Los libros, la palabra como una herramienta para denunciar lo que ocurre con nuestras vidas.

Alessandra Yupanqui

Muchos creen que soy socióloga, antropóloga, psicóloga, historiadora. Pero no. Ni siquiera terminé mi carrera de diseño gráfico. También hay gente que me ha encasillado con una posición política de izquierda o que creen que soy indigenista. No soy ni de izquierda ni soy indigenista. Entonces, en este periodo me he dado cuenta de que me he dejado venir abajo por las críticas y he dejado de trabajar. He sentido que soy yo la que estoy fallando con mi comunicación. Luego llego a la conclusión que hay gente que no puede con dos ideas, ¿no? Y sí son tres ya empiezan a hacer cortocircuito. Hay gente que no entiende que las verdades se pueden yuxtaponer y no se contradicen.

Yo puedo pensar hoy una cosa y mañana pensar otra, y en la medida en la que yo me lo permita voy a estar más sana psíquicamente. No pienso igual que hace tres meses. ¿Y si me vienen nuevas ideas y empiezo a ser más crítica con la versión de persona que soy ahora en tres semanas? Voy a seguir criticándo todo lo que pasa por mi cabeza mil veces.

Valeria Román

Creo que este desborde puede llevarnos a algo importante, que servirá para calcular las dimensiones de cómo ha estado el Perú en los últimos 20 años, cuáles son las narrativas que se han impuesto sobre el éxito del modelo, la esperanza del chorreo de la bonanza económica. Creo que es porque soy optimista.

En estos días de juntar donaciones he tenido la ocasión de ir a la casa de algunos compañeros de provincia y ver cómo están. Viven en condiciones bien precarias. En la sala de una casa vi a cincuenta personas hacinadas. Otros se quedan en iglesias locales. Se van cambiando de lugar y no dicen a nadie la dirección para que no los acose la policía. Es difícil. Están en una ciudad que no conocen, súper hostil.

De todo lo que he podido podido conversar con dirigentes, noto que hay quienes detestan a los limeños, porque sienten el desprecio de esta ciudad y no confían. Es una fractura difícil de reparar. No es para menos. Hay delegaciones que se están regresando porque el miedo es latente. La policía va a las casas, no detiene a nadie, pero están afuera, tocando la puerta. Entonces se tienen que mover a otro lado. Nadie merece vivir en estas condiciones. Nadie.

Hay una rabia que se va empozando. Ese pozo es cada vez más profundo. Y nosotros lo estamos cavando.